¿Qué tal lo llevas? Francesc Miralles

Consejos para reducir la inquietud de estar confinados en casa por el coronavirus. Es el momento de sacar algo positivo de esta pandemia

Pensábamos que estas cosas solo sucedían en las novelas distópicas o en países remotos subdesarrollados. Sin embargo, lo que estamos viviendo en propia piel afecta a todos, ricos y pobres, y en todas partes, lo cual es una buena lección de humildad para el género humano. La fotógrafa Flore Beleva lo expresaba así recientemente: “Tengo miedo porque ahora, cuando miro una serie, me parece que los actores tienen una vida real y la mía es de ciencia-ficción”.

Lo que al principio parecía divertido, quedarse en casa viendo series de Netflix, ordenando armarios o leyendo libros pendientes, se ha convertido en una angustia que se traduce en un sinfín de preguntas sin respuesta precisa. ¿Hasta cuándo va a durar esto? ¿Es cierto que va a contagiarse hasta un 70% de la gente? ¿Voy a tener trabajo cuando esta pesadilla acabe? ¿Qué pasará con la economía mundial? ¿Volverán a ser las cosas como antes?

«El lado bueno de esta crisis es que estamos desarrollando nuestro sentido comunitario»

Este último interrogante es el que se puede responder de forma más certera: no, el mundo no volverá a ser el mismo, pero no necesariamente va a ser peor. Si tomamos estas semanas de alarma y confinamiento como un periodo obligado de reflexión, sobre el mundo y sobre nuestra propia vida, en algunos aspectos podemos experimentar un cambio beneficioso.

Para que eso sea posible, sin embargo, es importante no sucumbir al pánico y la desesperación mientras dura esta situación inimaginable hace solo unos meses. Veamos algunas claves para sobrellevar este retiro forzado con un enfoque positivo.

Dosificar el acceso a las noticias.Está bien mantenerse informado de cómo evoluciona la pandemia, pero si consultamos las redes de forma compulsiva, cada pocos minutos, solo lograremos alimentar la ansiedad. Entrar en medios fiables dos o tres veces al día es suficiente para saber lo que está ocurriendo.

Practicar la resiliencia a través de la acción.Definida como nuestra capacidad de sobreponernos a las adversidades, si en lugar de trazar en nuestra mente escenarios catastrofistas hacemos algo útil, nos sentiremos mucho mejor.

Humanizarnos. El lado bueno de esta crisis sin precedentes es que, al sentirnos vulnerables y con una ingente cantidad de tiempo, estamos desarrollando nuestro sentido comunitario. Las personas que viven solas reciben llamadas diarias, y los amigos despreocupados ahora nos contactan para preguntarnos: “¿Qué tal lo llevas?”. Al ser un mal que afecta a todos, en el ambiente se palpa más empatía y disposición a ayudar.

Valorar el minimalismo. Uno de los regalos del confinamiento es descubrir que, en realidad, necesitamos muy pocas cosas para vivir. Podemos pasar sin viajes, comilonas, fiestas, compromisos sociales o compras compulsivas, pero hemos tenido que llegar a esta situación para saberlo. Vivir de forma más austera y esencial es un valioso aprendizaje para cuando vuelva a levantarse el telón.

Agradecer lo bueno de la vida.Al vernos privados de todo aquello que antes dábamos por supuesto, como dar un paseo con amigos o reunirnos con familiares alrededor de una mesa, somos conscientes de las maravillas cotidianas que antes no valorábamos lo suficiente. Tomar nota de todas ellas, como hizo Philippe Delerm enEl primer trago de cerveza y otros pequeños placeres de la vida, es un buen entrenamiento para cuando salgamos de esta.

Además de cuidarnos los unos a los otros, tal vez lo más útil que podemos hacer a lo largo de este parón planetario es abrir los ojos y decidir cómo queremos vivir cuando pase el vendaval. En su libro Aquello que solo ves al detenerte, el monje coreano Haemin Sunim dice que hay cosas que solo pueden percibirse cuando aflojamos el paso y calmamos la mente.

Pues bien, nos hemos detenido. No por voluntad propia, pero ya que nos encontramos en esta situación, vamos a sacar partido de ella y hacer de la necesidad una virtud, como proponían los estoicos.

Esta pandemia que saldrá en los libros de historia ha hecho que muchas personas se den cuenta de que la vida que llevaban antes en realidad tampoco les gustaba, o bien que podría ser mucho mejor.

Si cuando regrese la normalidad tenemos el valor de aplicar a nuestro día a día lo que estamos aprendiendo, este enorme caos habrá servido para algo.

El peligro de la infodemia

El término fue acuñado por la OMS para describir las prácticas informativas que promueven el pánico o las conductas incorrectas. Fue utilizado hace poco en Argentina por Carla Vizzotti, secretaria de Acceso a la Salud, para advertir a los periodistas sobre la importancia del rigor a la hora de comunicar a una población atenazada por el miedo. Entre los bulos que corren por las redes y que la propia Organización Mundial de la Salud se ha encargado de desmentir está que el virus puede matarse con un secador de manos, tomando un baño caliente o con una lámpara de rayos UVA. Esto último puede incluso ser pernicioso para la piel por exceso de radiación. Tampoco hay pruebas de que los animales domésticos puedan contraer el coronavirus, aunque se aconseja lavarse después de estar con ellos. Si al riesgo de contagio vírico le sumamos la infodemia, estaremos contaminando nuestra mente de informaciones dudosas o directamente falsas.

Fuente: El País Semanal