El buen amor
«Yo soy yo y tú eres tú. No estoy en el mundo para colmar tus expectativas, ni tú estás en el mundo para colmar las mías. Yo estoy para ser yo mismo y vivir mi vida, tú estás para ser tú mismo y vivir tu vida. Si nos encontramos, ¡será hermoso! Si no nos encontramos, nada habrá que hacer». Es el pensamiento de Fritz Perls -creador de la terapia Gestalt– al respecto de la relación amorosa de pareja, que Joan Garriga ha aplicado a miles de parejas desde que cofundó hace 26 años el Institut Gestalt (www.institutgestalt.com) de Barcelona, especializado en gestalt, PNL y Constelaciones Familiares. Garriga ha resumido su experiencia en El buen amor en la pareja (Destino).
¿Necesitamos pareja?
Anhelamos un vínculo que nos reporte pertenencia, intimidad, sexualidad y crecimiento.
¿Y la pareja nos lo da?
Sí, pero hoy queremos que la pareja sirva al yo…, y eso lo complica todo.
¿Mejor solo que mal acompañado?
Sí…, ¡pero casi todo el mundo prefiere mal acompañado! Solemos preferir algún vínculo…, ¡aunque sea de mal amor!
¿Qué hacer para tener buen amor?
Hay cuatro etapas. Primera, enamoramiento: «Me mueves mucho…, pero te veo poco». Segunda, relación: «Ya te veo mejor, ¡y aun así te elijo para caminar juntos!».
Tercera.
Compromiso: «Estamos creando algo más importante que nuestras familias de origen y parejas anteriores».
¿Y cuarta?
Entrega: «¡Te quiero a ti y a lo que a ti te dirige!». Este es ya un amor muy desarrollado…
¿Por qué?
Es el deseo espontáneo de que el otro sea feliz. ¡Eres feliz en la plenitud del otro!
Palabras mayores, ¿no?
¡Sí! Entre tanto, importa que sepamos esto: nadie, ¡nadie!, puede hacerte feliz. Y que nadie, ¡nadie!, puede hacerte infeliz.
¿Entonces…?
Tu felicidad sólo depende de tu conexión íntima con tu ser interior.
¿Eso pasa?
Una pareja no son dos personas: son dos sistemas familiares que se encuentran.
¿Qué coste y beneficio tiene la pareja?
«¿Es mejor casarse o permanecer soltero?», le preguntaron a Sócrates, que respondió: «Cásate. Si te va bien, serás un poco feliz. Y si te va mal…, ¡serás filósofo!»
Deme algún ejemplo de mal amor.
«Sin ti no podría vivir», le decimos a nuestra pareja, como si fuésemos niños. ¡Mal amor! Buen amor: «sin ti también me iría bien»…
Ah
…pero como adulto, elijo estar contigo. «Te quiero por ti mismo», decimos, ¡y no es bueno!: el buen amor consiste en «te quiero… a pesar de ti mismo», es decir, el buen amor acepta las sombras del otro, acoge y lima las asperezas de los egos que se encuentran.
Siga, siga…
«Quiero pareja»: ¡mal amor! Abandona la demanda… ¡actúa!: «Mejor me preparo para ser pareja». Encuentra tu modo de ser buen compañero…, y lo demás ya vendrá solo.
¿Algo muy intenso y emocional?
¡No! Esas turbulencias empobrecen y desvitalizan, responden a heridas infantiles y viejos anhelos no colmados. ¡Lo enriquecedor es que la relación fluya con facilidad!
Toda pareja es una relación de poder.
¡No! Es cooperar, es que uno y uno sean más que dos. Mal amor: «Te lo doy todo».
¿Por qué?
Dar mucho puede originar en el otro un sentimiento de deuda, y empequeñecerlo. Ya no hay igualdad. ¡Da lo que el otro pueda devolver sin que tenga que perder la dignidad!
¿Y si una parte pide: «Dame más»?
– Puede que esté anclada en un guión de insatisfacción que se nutre de demanda: le des lo que le des, ¡será siempre insuficiente!
Otro ejemplo de mal amor.
Poner a tus padres o a tus hijos por delante de tu pareja. El buen amor es: «¡Primero nosotros!, antes que nuestras familias de origen y que nuestros hijos en común».
Otro ejemplo de buen amor.
Reír y llorar juntos ante cualquier adversidad: muertes, abortos, ruinas…
Qué difícil que la pareja dure, ¿no?
Pues que dure lo que dure: entrar en el amor de pareja significa también hacerse candidato al dolor de su eventual final.
¿Cuánto dura de promedio una pareja?
Podemos esperar entre tres y cuatro parejas a lo largo de nuestra vida…, ¡con el consiguiente estrés emocional! Cada final nos enseña el dolor y el desapego…, para luego volver de nuevo al carril del amor y de la vida.
Regale un último consejo para fomentar el buen amor en una pareja.
No deis por hecho que conocéis a vuestra pareja. Miradla cada día de nuevo como si fuera nueva, y veréis lo que no veíais. Nos relacionamos con la imagen que nos hemos hecho del otro, pero… ¿es el otro así hoy?
Conclusión amorosa.
Lo dicho: solemos reclamar al otro: «Hazme feliz», pero el buen amor consiste en sentir el deseo espontáneo de que el otro sea feliz.
Extraído de La Vanguardia LA CONTRA del 14/03/2013 Joan Garriga